Hay dos
mundos: Uno es el mundo de la verdad, otro el de la falsedad. ¿Qué decidirá
cuando la Verdad y la falsedad discrepen? La aceptación, su aceptación mutua.
La Verdad aceptará la falsedad para iluminar la vida de falsedad. La falsedad
aceptará la Verdad para manifestar el aliento de la verdad.
Dos mundos:
uno es conocido como aceptación, el otro como rechazo. Yo acepto con mi
gratitud más profunda lo que Dios tiene para mí: la iluminación. Yo rechazo con
firme determinación lo que el mundo tiene para mí: la frustración.
Dos mundos:
condición y situación. La condición dice: “Dios da cuando tú das.” La situación
dice: “Tú estás desvalido. Sólo Dios puede dar y da.”
Mi Dios
tiene dos nombres: Deleite y Compasión. En el mundo interno, Le llamo por el
nombre de Deleite. En el mundo externo, Le llamo por el nombre de Compasión.
Mi Dios
tiene dos almas. El alma que tiene en el mundo interno encarna Su Sueño. El
alma que tiene en el mundo externo revela Su Realidad.
Mi Dios
tiene dos cuerpos. Su cuerpo externo es mi inspiración. Su cuerpo interno es mi
emancipación.
El Cielo y
el infierno representan dos mundos en nuestra conciencia. El Cielo sorprende al
infierno con su alegría sin límite. El infierno sorprende al Cielo con su
llanto incesante.
El Cielo le
dice al infierno: “Yo sé bailar y puedo enseñarte si quieres.” El infierno le
dice al Cielo: “¡Estupendo! Tú sabes bailar y estás dispuesto a enseñarme. Pero
quisiera decirte que yo sé como partir mis piernas y puedo también partir las
tuyas si quiero.”
La ciencia
y la espiritualidad son dos mundos diferentes. La ciencia quiere acortar
distancias. La espiritualidad quiere unir distancias. Para mí ninguna es
suficiente. Mi visión es divinizar y transformar la distancia.
Oriente y
Occidente: dos mundos. Debemos unirlos. La conciencia despierta de la humanidad
está tendiendo visiblemente hacia lo Divino. Este es un rayo de luz sumamente
esperanzador en medio de las circundantes oscuridades de hoy. Este es un
momento, no meramente de unir nuestras manos, sino de unir nuestras mentes,
corazones y almas. Atravesando todas las barreras físicas y mentales entre
Oriente y Occidente, muy por encima de los patrones nacionales e individuales,
ondeará el supremo estandarte de la unicidad divina.
El mundo
externo es el mundo de la mente razonadora. El mundo interno es el mundo de la
experiencia. El mundo externo encuentra difícil creer en la existencia de Dios.
Pero en el mundo interno la existencia de Dios siempre tiene mucha importancia.
Sri Aurobindo dijo:
“Me
demostraron por medio de razones convincentes que Dios no existe, y yo les
creí. Después vi a Dios, porque El vino y me abrazó. Y ahora, ¿a quién voy a
creer, a la razón de otros o a mi propia experiencia?”
¿Podemos
vivir en dos mundos? Desde luego que podemos. Si tenemos inspiración espontánea
podemos vivir con éxito en el mundo externo y lograr nuestros objetivos. Si
tenemos aspiración fervorosa podemos vivir en el mundo interno y lograr nuestra
Meta interna.
El mundo
externo es el cuerpo; el mundo interno es el alma.
Si
permanecemos en el cuerpo, tenemos que seguir constantemente los dictados del
alma de manera que el cuerpo, en lugar de ser una ciega herramienta del
destino, se convierta en un canal perfecto para la divina manifestación del
Supremo en el plano físico. Y si queremos vivir en el alma, experimentar la Luz,
la Paz y la Dicha infinitas, entonces no debemos negar el cuerpo, no debemos
destruir el cuerpo, porque es dentro del cuerpo donde el alma reside en la
Tierra.
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